Sin ayer no hay mañana…

Ya sea por la muerte de Domingo Faustino Sarmiento (1888) y el Día del Maestro, por el trágico 11-S (2001), o por el primer día del alegato de Julio César Strassera en el Juicio Oral a las Juntas (1985), la fecha del 11 de septiembre ha adquirido significados que los medios se encargan de refrescar e intentan perpetuar. Sin embargo, sabiendo que la memoria (personal, histórica, colectiva) es esencial para la salud y la supervivencia de los individuos y de las sociedades, queremos dedicar hoy nuestro recuerdo y nuestro más sentido homenaje a Salvador Allende.

Porque además de ser el arquetipo del hombre comprometido, como médico y como político, con la salud y el bienestar de todo un pueblo, el pueblo chileno, es necesario y casi imprescindible tener siempre presentes las enseñanzas que nos deja la historia del gobierno de Unidad Popular tras su llegada al poder mediante un limpio proceso eleccionario en 1970. Por primera vez una coalición política de orientación marxista ganaba el gobierno a través de las urnas en nuestra región (¡y aún siendo la fuerza opositora!) y comenzaba así esta breve pero más que significativa vía pacífica al socialismo en la que vale la pena:

  • en primer lugar, destacar los constantes esfuerzos de su gobierno para mejorar la educación, el acceso a la salud y las condiciones de vida de buena parte de la población a través de una política de acentuada redistribución del ingreso y de reactivación de la economía, incluyendo, entre otras medidas, la salvaguarda de las riquezas minerales del país  y la aplicación de una ley de reforma agraria previamente sancionada que permitió redistribuir inmensos latifundios usando procedimientos legales que no cuestionaban la juridicidad del sistema vigente.
  • En segundo lugar, y como trágica contracara, tenemos que recordar todas y cada una de las maniobras de aquéllos que, defendiendo sus intereses políticos o económicos (o ambos), se opusieron a estas políticas tendientes al bienestar y el progreso del pueblo y la nación chilenas, tanto desde el propio país, como, sobre todo, desde afuera.  Respaldados por la Secretaría de Estado de los EEUU, como lo admiten numerosos documentos “desclasificados” recientemente, los ataques al gobierno constitucional fueron incesantes (incluso comenzando en forma previa al triunfo electoral 1970) e inusitadamente encarnizados, utilizando la desinformación a través de los medios, los sobornos a políticos, cámaras empresarias y gremialistas, el financiamiento de atentados, y finalizando en el golpe militar liderado por Pinochet que hace cincuenta años  puso fin al gobierno democrático de la Unidad Popular y a la vida de Salvador Allende. Tenemos que recordar cómo Pinochet y sus secuaces instalaron un régimen de terror que se extendería por diecisiete años, durante el cual, en nombre de la lucha por la libertad y en contra del fantasma del comunismo se hicieron cotidianos los fusilamientos, las persecuciones a políticos opositores, artistas, estudiantes y gremialistas, las detenciones masivas, las torturas, los secuestros, las desapariciones forzadas, la apropiación de menores y delitos sexuales aberrantes. Obviamente, tres años después, y no por casualidad, sino en forma cuidadosamente diseñada, a través de un plan de acción conjunto elaborado por la superioridad de las FFAA de la región, estas políticas se aplicarían en nuestro país. Y esto también lo tenemos que recordar…

Salvador Guillermo Allende Gossens para los documentos, Salvador Allende para la historia y para su pueblo, Chicho para aquellos que tuvieron la suerte de compartir de cerca sus alegrías y sus penas, nació en Valparaíso el 26 de junio de 1908. Durante su carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile fue ayudante de Anatomía, y también presidente del Centro de Estudiantes de su facultad y vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile. Graduado a los 24 años, su Tesis sobre “Higiene mental y delincuencia” (1933) afirma, entre otros enunciados, que “cada sociedad modela a sus delincuentes o hace a sus hombres superiores” preanunciando así la relevancia que le otorgaba a los determinantes sociales de los procesos nosológicos, en este caso a la salud mental.

Ministro de Salubridad a fines de la década de 1930, publica “La realidad médico social chilena”, un descarnado análisis de la grave situación de la salud pública del pueblo chileno, identificando los factores demográficos, sanitarios, socioeconómicos y administrativos responsables de esta crisis. Después de describir la vida de las clases trabajadoras, Allende identificó los problemas médicos en el binomio madre-niño, y remarcó el impacto de infecciones como tuberculosis y sífilis, del consumo de alcohol y de las enfermedades profesionales, para definir finalmente intervenciones desde el área de la beneficencia, de la sanidad pública, y de los servicios médicos de las cajas de previsión, haciendo énfasis en la medicina preventiva. Su programa de mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo incluía cambios drásticos en las políticas de salarios, de alimentación y de vivienda y alquileres, incluyendo una estrategia médico social que contemplaba programas de medicamentos… en nuestra región ¡y hace más de 80 años!

Después de una fructífera carrera como diputado y senador, marcada por su tenacidad y sus virtudes políticas, entre las que se encontraban la escucha permanente del otro y el respeto por la confrontación de ideas, habiendo sido varias veces presidente del Colegio Médico, y contribuyendo siempre a profundizar el rol del Estado como responsable fundamental de la Salud Pública, llegó a la presidencia de Chile en 1970. Apenas 34 meses después, moría defendiendo la investidura presidencial, el orden democrático y, de acuerdo a sus propias palabras, “el mandato del pueblo”.  Actitud, como su vida toda, plenamente coherente, que se destaca en su último mensaje en el que agradece a aquéllos que  “depositaron su confianza en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia” y en el que insta  “al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquéllos que serán perseguidos (…) a no dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco humillarse”.

Este es, a nuestro juicio, uno de los más tristes y, a la vez, enriquecedores significados del 11 de septiembre. Hoy más que nunca, a la luz del avance sobre los derechos del pueblo a la educación, a la salud y al desarrollo a través de la ciencia nacional que preanuncian energúmenos invocando la libertad, la inmensa figura de Salvador Allende sigue siendo una fuente de inspiración para las fuerzas políticas progresistas que defienden la justicia social, el crecimiento económico sostenible y la democracia.

Fuente: Fundación Salvador Allende. Archivo Fotográfico